El vacío oculto
Por Sergio Levinsky
El Torneo Apertura está llegando a su tercera fecha y en un país normal, en un fútbol normal, se supone que en medio de un campeonato, ya no hay modificaciones estructurales. Ya se toma como válido que nunca se sepan más horarios de los comienzos de partidos (que de todos modos nadie cumplirá a rajatabla y pueden llegar a diferirse hasta casi media hora de lo anunciado) que de las dos fechas siguientes, pero el colmo de la imprevisibilidad, que se toma como natural, es que el libro de pases no haya cerrado, y algo aún peor, que como permanece abierto en Europa, silenciosamente muchos jugadores argentinos siguen yéndose sin que los dirigentes informen demasiado de operaciones a un futuro cercano, que siguen tomando su curso.
Pocos recuerdan ya que la temporada oficial del fútbol argentino comienza a mitad de año y termina otra vez en mayo/junio, porque a decir de los mandamases de la AFA, había que tener el calendario como los europeos para poder participar de sus torneos veraniegos (ergo, mostrar jugadores cual góndola mediática) y para que las ventas se ajustaran al mercado del poderoso Primer Mundo.
Lo cierto es que esa necesidad no es tal, y cualquier momento del año basta si entra una platita fresca, que de todos modos, al club apenas si le ingresará porque en su mayor parte va para el grupo empresario que había adquirido gran parte del porcentaje del pase, o para pagar deudas con los planteles y/o particulares, o para a su vez comprar partes de pases, o alquileres, de jugadores de medio pelo que llenen espacios dejados por colegas de mayor calidad, o para adquirtir pases de futbolistas latinos que sólo aspiran a llegar a Europa y Argentina representa mejor vidriera que sus países aún más empobrecidos.
Si por estos días no nos cansamos de leer que los dos descubrimientos paraguayos de Newells Old Boys, Cardoso y Salcedo, no se cansan de decir que sus sueños pasan por “jugar en Europa” (es decir que el fútbol argentino es sólo un paso hacia el objetivo), recién nos vamos enterando, tibiamente, que Fernando Gago ya tendría todo acordado para irse al Real Madrid cuando finalice la edición 2007 de la Copa Libertadores, a la que Boca Juniors regresará luego de una temporada de ausencia, y que los “merengues” están cinchando para adelantar su salida, al no poder fichar al francés Diarrá, como quiere su entrenador, Fabio Capello.
También nos enteramos de que Germán Lux ya acordó su salida al Mallorca para diciembre, algo que los medios españoles ya habían anunciado muchas semanas atrás, y que Germán Re, el muy buen defensor de Newells, está a punto de hacer las valijas para trasladarse al Espanyol de Barcelona ahora mismo, si llega a un acuerdo, y que River Plate está a punto de transferir a Higuaín, ya no a un club sino al hermano del entrenador holandés Fran Rikjaard, para ser colocado en la Premier League inglesa, así como el lateral derecho Paulo Ferrari podría emigrar, y que ya hay una oferta por Belluschi, que supera en dos millones a lo pagado por el club hace escasos días.
Todo es demasiado vertiginoso, y en esa velocidad resulta difícil atrapar la información de una manera absoluta. Cuando nos descuidamos, dos jugadores más se están yendo. Pocos por ejemplo saben que Franco Cángele está ahora en el fútbol turco. Todo es posible en este fútbol en el que ya se ha destapado el negocio burdo, sin sutilezas ni segundas lecturas. Ahora ya es un mercado con todas las letras, y para peor, un mercado del siglo XXI y en el que la parte del espectáculo del fútbol queda sujeta a un misterioso azar por el cual repentinamente, nos pueden seguir sorprendiendo con apariciones impensadas, producto del siempre fructífero como manoseado semillero, cada día con mayor destino de exportación.
Ya en la temporada pasada, el fútbol argentino contempló, como si nada pasara, cómo su máximo goleador, Nicolás Frutos, se iba en la mitad de un torneo hacia Bélgica, aún cuando no podía debutar en su nuevo equipo porque en Europa, a diferencia de la Argentina, el libro de pases se cierra, por seriedad, cuando la temporada está en juego. Pero el colonialismo futbolístico actual es tal, que el comprador impidió que el jugador terminara de cerrar su campaña en su club de origen, en este caso Independiente, porque así fue su voluntad.
Hace ya muchos años, Agustín Cuzzani escribió “El centroforward murió al amanecer”, obra por la cual un empresario, Enésimo Lupus, adquiere en una subasta al delantero Garibaldi, para llevárselo a su casa de colección. Cada día estamos más cerca de aquello.
Lo que indica la coherencia mínima, ya no la seriedad que definitivamente hemos perdido, es que al menos desaparezca del discurso oficial aquellos motivos esgrimidos para jugar la temporada de mitad de año a mitad de año. Nadie o casi nadie nos invita a los torneos de verano (¿qué sentido tendría si los buenos están allá?), los jugadores van en cualquier momento, y en tiempos de internet y bluetooth, no hace falta ninguna puesta en escena. Vienen un día y nos explican que fulano y sutano se fueron, que era buena plata, y que será conveniente para paliar el déficit del club, que volverá a endeudarse misteriosamente hasta vender otra joya de la corona y así sucesivamente sin que nadie haga nada, hasta que un día gris, alguien apagará la luz y cerrará la puerta, y nos preguntaremos, incrédulos, cómo pudo ser.
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