Torneo de Interior.de AFA 2007
Promoción por el ascenso
Domingo 27 de mayo de 2007
Estadio: Monumental: Gimnasia y Tiro de Salta
Arbitro: Tello : Jujuy
Gimnasia y Tiro de Salta 1, Atlético Argentino SJ G. Mza 0
Gol ST 2M-Torre
Si bien el equipo mendocino, fue superior en el tràmite del partido,
El equipo salteño logrò el gol, y con ello se llevò los puntos.
Varas,Sobarlo, Dine, Yapura,Lopez, Perez, Diaz, Molina, Coria, Solis, Villaseca
DT:Leopoldo Jacinto Luque:nueve de la Selección Argentina :Campeón Mundial de Fùtbol de 1978.
LUIS RUGGERO
agosto 04, 2007
agosto 03, 2007
Qué papelón, están jugando para la televisión
La columna de.
SERGIO LEVINSKY
Qué papelón, están jugando para la televisión
En otro tiempo esto era un cántico casi ingenuo en las canchas argentinas. Se bailaba para la televisión. Claro, no alcanzaba con la multitud vociferante, y había que complementarlo con el afuera, los que ya no podían entrar y se tenían que confirmar con ver los partidos "con la ñata contra el vidrio/pantalla" y esperar a que otra vez se pusieran en venta las entradas para el partido siguiente.
Qué lejos que parece todo eso. Hoy, el fútbol argentino, rendido ante el sucio mercado de los agentes que van y vienen, del monopolio de la TV de los Torneos sin Competencia que hacen lo que quieren y contienen un ejército de periodistas cual suplente de un Estado inexistente que ya ni siquiera controla ni mete sus narices en nada (tanto declamar en otros órdenes y en uno más fácil y local, inexplicablemente no lo hace), ya no tiene mucho para ofrecer.
Partidos sin convocatoria por la poca oferta de calidad de sus jugadores, cuando los cincuenta más importantes emigraron hacia cualquier destino en busca de un destino mejor, es decir, más del diez por ciento de todos los jugadores del torneo anterior. Gran posibilidad de que haya que vivir maltratos policiales, estadios con deficiencias estructurales que son avalados por los organismos de control ante el menor guiño o promesa vana de solución inmediata, y ni qué hablar de la violencia, que se está llevando lo poco que nos queda.
Y en ese contexto tan triste, tan desilusionante desde ya, los incapaces dirigentes del fútbol argentino, acostumbrados a atarlo todo con alambre y a pegarlo con cinta adhesiva, entendieron que la mejor forma de seguir tapando la realidad era con un pañuelo, que en este nuevo caso significó reducir la cantidad de simpatizantes en calidad de visitantes para evitar así más choques entre hinchadas/barras bravas.
Cuando en la semifinal de la Copa Libertadores de 2004 se enfrentaron Boca Juniors y River Plate a dos partidos, ambos sin hinchada visitante, pudimos comprobar una mayor violencia en el propio campo de juego, como aquello que por ejemplo ocurriera en el partido de ida entre Marcelo Gallardo, Horacio Amelli y Roberto Abbondanzieri, la recordada escena del arañazo. Por entonces, la prestigiosa psicóloga aplicada al deporte y titular de la cátedra en la Facultad de Psicología en la UBA, Liliana Grabín, me recordó que la violencia existente no se disipa, sino que se tranforma, se traslada, desde las tribunas al campo de juego ante la inexistencia de la barra rival para el enfrentamiento directo. Ahora nos preguntamos si esta ausencia de violencia en los estadios casi por decreto, desde la AFA, no se trasladará a otro orden, a otros días y a otros espacios sociales, o es que morirá allí, en el intento. Nos preguntamos si acaso puede esta sociedad violenta dejar de serlo sólo porque dirigentes sin la menor idea ni creatividad, decidieron que no haya convivencia para que entonces no haya violencia. Parece un razonamiento infantil. Por otra parte, estamos ante la presencia de otro hecho, paralelo, que no vimos que se haya mencionado mucho en los reiterados análisis sobre el fenómeno. Cada vez más, notamos que en los espacios públicos es difícil que grupos que defienden otra idea, otros colores, puedan convivir sin agredirse, sin insultarse, y ultimamente, sin aceptar al otro como tal, es decir, sin anular su propia existencia.
Pasamos de "esta noche les tenemos que ganar" a "A esos putos les tenemos que ganar" y hasta al "jugadores, a ver si ponen huevos, no juegan contra nadie". Al menos antes eran horribles, o putos, pero eran. Hoy, ya ni siquiera son. "No jugamos contra nadie", "no existen". Ante ese peligro de negación del distinto, los dirigentes, en vez de buscar las raíces con seriedad, siguen en el mismo camino de la exclusión, todo por unos pocos pesos de más que la TV les da, para que no molesten, para que no chillen aunque sea dos días, para que Raúl Gámez, uno de los escasísimos quejosos, se callen de una buena vez.
Mientras gran parte del periodismo debate si Boca o River deberían traer a fulano o mengano, el fútbol se desangra, se vacía con estas medidas ineficaces por donde se las miren, pero además, entreguistas, y sólo el impecable Víctor Hugo Morales y su equipo de "Competencia", de Radio Continental (lo más digno, por lejos), mantiene su independencia de criterios y su profundidad. El resto, a callar complicemente, para luego en muchos casos, aparecer luego hipocritamente como "combativos y progres".
Pocos se preguntan a quién cuernos favorece más que los hinchas no puedan seguir a sus equipos como visitantes, o como bien sostienen Morales y su equipo, que la TV esclavice a los clubes aún pagando por año menos que el pase de un jugador al exterior. Y cuál es entonces el rol de Julio Grondona, presidente de la AFA y dirigente número dos del fútbol mundial, pero también, por qué el Estado no puede regular esta situación y terminar de una vez por todas con que buena parte del país sólo pueda ver a River o a Boca (ahora que irán siempre por TyC Max), en el rato que aparezcan en el "Fútbol Deprimente" de los domingos a la noche.
Ni qué hablar de los tres minutos por reloj que tendrán los hinchas de Bánfield o Argentinos Juniors, por dar dos casos, que no tengan el dinero para pagar al menos una consumisión en un bar de cualquier punto del país.
Sin dudas, antes estaban balando para la televisión. Ahora, ya juegan decididamente para ella.
SERGIO LEVINSKY
Qué papelón, están jugando para la televisión
En otro tiempo esto era un cántico casi ingenuo en las canchas argentinas. Se bailaba para la televisión. Claro, no alcanzaba con la multitud vociferante, y había que complementarlo con el afuera, los que ya no podían entrar y se tenían que confirmar con ver los partidos "con la ñata contra el vidrio/pantalla" y esperar a que otra vez se pusieran en venta las entradas para el partido siguiente.
Qué lejos que parece todo eso. Hoy, el fútbol argentino, rendido ante el sucio mercado de los agentes que van y vienen, del monopolio de la TV de los Torneos sin Competencia que hacen lo que quieren y contienen un ejército de periodistas cual suplente de un Estado inexistente que ya ni siquiera controla ni mete sus narices en nada (tanto declamar en otros órdenes y en uno más fácil y local, inexplicablemente no lo hace), ya no tiene mucho para ofrecer.
Partidos sin convocatoria por la poca oferta de calidad de sus jugadores, cuando los cincuenta más importantes emigraron hacia cualquier destino en busca de un destino mejor, es decir, más del diez por ciento de todos los jugadores del torneo anterior. Gran posibilidad de que haya que vivir maltratos policiales, estadios con deficiencias estructurales que son avalados por los organismos de control ante el menor guiño o promesa vana de solución inmediata, y ni qué hablar de la violencia, que se está llevando lo poco que nos queda.
Y en ese contexto tan triste, tan desilusionante desde ya, los incapaces dirigentes del fútbol argentino, acostumbrados a atarlo todo con alambre y a pegarlo con cinta adhesiva, entendieron que la mejor forma de seguir tapando la realidad era con un pañuelo, que en este nuevo caso significó reducir la cantidad de simpatizantes en calidad de visitantes para evitar así más choques entre hinchadas/barras bravas.
Cuando en la semifinal de la Copa Libertadores de 2004 se enfrentaron Boca Juniors y River Plate a dos partidos, ambos sin hinchada visitante, pudimos comprobar una mayor violencia en el propio campo de juego, como aquello que por ejemplo ocurriera en el partido de ida entre Marcelo Gallardo, Horacio Amelli y Roberto Abbondanzieri, la recordada escena del arañazo. Por entonces, la prestigiosa psicóloga aplicada al deporte y titular de la cátedra en la Facultad de Psicología en la UBA, Liliana Grabín, me recordó que la violencia existente no se disipa, sino que se tranforma, se traslada, desde las tribunas al campo de juego ante la inexistencia de la barra rival para el enfrentamiento directo. Ahora nos preguntamos si esta ausencia de violencia en los estadios casi por decreto, desde la AFA, no se trasladará a otro orden, a otros días y a otros espacios sociales, o es que morirá allí, en el intento. Nos preguntamos si acaso puede esta sociedad violenta dejar de serlo sólo porque dirigentes sin la menor idea ni creatividad, decidieron que no haya convivencia para que entonces no haya violencia. Parece un razonamiento infantil. Por otra parte, estamos ante la presencia de otro hecho, paralelo, que no vimos que se haya mencionado mucho en los reiterados análisis sobre el fenómeno. Cada vez más, notamos que en los espacios públicos es difícil que grupos que defienden otra idea, otros colores, puedan convivir sin agredirse, sin insultarse, y ultimamente, sin aceptar al otro como tal, es decir, sin anular su propia existencia.
Pasamos de "esta noche les tenemos que ganar" a "A esos putos les tenemos que ganar" y hasta al "jugadores, a ver si ponen huevos, no juegan contra nadie". Al menos antes eran horribles, o putos, pero eran. Hoy, ya ni siquiera son. "No jugamos contra nadie", "no existen". Ante ese peligro de negación del distinto, los dirigentes, en vez de buscar las raíces con seriedad, siguen en el mismo camino de la exclusión, todo por unos pocos pesos de más que la TV les da, para que no molesten, para que no chillen aunque sea dos días, para que Raúl Gámez, uno de los escasísimos quejosos, se callen de una buena vez.
Mientras gran parte del periodismo debate si Boca o River deberían traer a fulano o mengano, el fútbol se desangra, se vacía con estas medidas ineficaces por donde se las miren, pero además, entreguistas, y sólo el impecable Víctor Hugo Morales y su equipo de "Competencia", de Radio Continental (lo más digno, por lejos), mantiene su independencia de criterios y su profundidad. El resto, a callar complicemente, para luego en muchos casos, aparecer luego hipocritamente como "combativos y progres".
Pocos se preguntan a quién cuernos favorece más que los hinchas no puedan seguir a sus equipos como visitantes, o como bien sostienen Morales y su equipo, que la TV esclavice a los clubes aún pagando por año menos que el pase de un jugador al exterior. Y cuál es entonces el rol de Julio Grondona, presidente de la AFA y dirigente número dos del fútbol mundial, pero también, por qué el Estado no puede regular esta situación y terminar de una vez por todas con que buena parte del país sólo pueda ver a River o a Boca (ahora que irán siempre por TyC Max), en el rato que aparezcan en el "Fútbol Deprimente" de los domingos a la noche.
Ni qué hablar de los tres minutos por reloj que tendrán los hinchas de Bánfield o Argentinos Juniors, por dar dos casos, que no tengan el dinero para pagar al menos una consumisión en un bar de cualquier punto del país.
Sin dudas, antes estaban balando para la televisión. Ahora, ya juegan decididamente para ella.
julio 29, 2007
ANDRES ROMERO, Un nuevo ARGENTINO TOP EN GOLF
El tucumano logró en Hamburgo su primer título en el European Tour y ratificó, a los 26 años, que está para grandes cosas. El domingo pasado terminó tercero en el Open Británico, donde tuvo chances de lograr el título. En dos semanas, apenas, embolsó en premios 1.027.822 euros. Angel Cabrera, en junio, había dado un gran golpe al ganar el US Open
Andrés Romero lo hizo. Pudo, finalmente, mantener la punta en el Abierto de Hamburgo y de esa manera, a los 26 años logró su primera victoria en el competitivo Tour Europeo. De paso ratificó una verdad a gritos: es el jugador con mayor proyección del golf argentino. No sólo por haber logrado este campeonato, después de una vuelta de 70 golpes y un acumulado de 19 bajo el par. Tampoco por su tercer puesto de la semana pasada en el Open Británico, donde estuvo a nada de quedarse con la gloria. Andrés, que nada tiene que ver con el cordobés Eduardo Romero, es talento puro y le sobra juego (en el campo y sobre todo arriba del green) para dar rápido el gran salto y empezar a codearse con los mejores. Aunque ya habrá tiempo para eso, claro.
Ahora es el momento de disfrutar de este momento único. Salió a jugar la vuelta final con toda la presión encima de llevar la punta por dos golpes. "Voy a jugar igual, al ataque", prometió desde la frescura de sus 26 años. Cumplió en esos primeros hoyos en los que mostró el mismo atrevimiento que paseó ayer, en una inolvidable vuelta de 63 golpes (9 bajo el par). Claro que el interrogante, que le dio vuelta a él y ni hablar el resto, era si podía aguantar la presión. La propia y sobre todo la que en teoría le iban a plantear sus rivales.
¿Cómo respondió? Al principio, de la mejor manera: birdie el 1, birdie el 3 y también birdie el 4. Qué tal... Subió el 5 y se acomodó enseguida bajando el 7. Hasta ahí, llevaba tres menos para el día y un acumulado de 20 bajo el par. Era el cómodo puntero por méritos propios y porque a la vez los otros aspirantes a la pelea se iban desdibujando en medio de errores.
Hubo, sí, algunos "nubarrones" en el camino. En el hoyo 9, de 403 yardas, por ejemplo. Ya lo había subido el viernes y hoy la volvió a pasar mal ahí, donde anotó un doble bogey que le dio algo de incertidumbre al final. Igual, todo estaba en manos del tucumano. De él dependía ponerle moño a dos semanas inolvidables. Respiró hondo, se aferró a su swing y no tuvo obstáculos para abrazarse a su máxima alegría profesional.
Hubo una señal: el birdie del duro par 4 del 11, de 450 yardas. Cerrar la tarjeta sin una hecatombe, era el asunto. Es cierto, subió el par tres de 220 yardas del 14 y otra vez en el ambiente aparecieron los fantasmas. Pero sucesivos pares (15, 16, 17), más un birdie en el 18, le dieron lo que tanto esperaba.
Romero tuvo un arranque de 2007 con algunos altibajos, más allá del séptimo puesto en Qatar. No había pasado los cortes en Dubai, Emiratos Arabes y Malasia. Eran meses sin en esa sensación que tiene en la actualidad. Pero de a poco fue encontrando su mejor nivel. Fue sexto en España, cuarto en Irlanda y duodécimo en Inglaterra. Estaba, a esa altura, en camino de dar el gran golpe. Ganó el Abierto del Norte, en Tucumán, y era cuestión de paciencia para festejar a lo grande. Lo tuvo en Carnoustie la semana pasada, pero un doble bogey en el par 4 del 17 y un bogey en el par 4 del 18, lo dejaron a sólo uno del desempate junto a Harrington y a García. Ese domingo, en medio de la bronca, habló con su representante y entre ambos acordaron que debía jugar en Alemania, pese a las ganas de tomarse unas merecidas vacaciones en Argentina. Aprovechó el envión y vaya si valió la pena.
Los juveniles argentinos ganan, lo que los grandes no pueden
Los juveniles y los mayores (Mi columna de yahoo)
Los juveniles argentinos ganan lo que los grandes no pueden
Por Sergio Levinsky
27-7-07
En la columna de la semana pasada planteábamos la extraña situación que vive la selección argentina, que desde 1993 no ha logrado ganar ningún título internacional, y se sumó ahora la paradoja de que prácticamente en el mismo período, los equipos de jugadores menores de 20 años han logrado cinco de los últimos siete mundiales de la categoría, sumando el conseguido el pasado domingo en Toronto, Canadá.
Cabe preguntarse entonces, por qué tanta diferencia entre juveniles, que muchas veces son ya profesionales en sus equipos, con mayores que en muchos casos hasta son compañeros de estos jóvenes, y algo más trascendente aún: ¿por qué estos mismos juveniles en muchos casos luego no llegan a ganar algo en el paso siguiente, o tan siquiera llegan a integrar la selección mayor?
Una explicación al éxito de los distintos seleccionados argentinos juveniles (ya había ganado el Mundial de 1979 en Japón con una generación dorada con Diego Maradona, Ramón Diaz, Gabriel Calderón, Juan Barbas o Juan Simón), que ganaron los torneos de Qatar (1995), Malasia (1997), Argentina (2001), Holanda (2005) y la reciente de Canadá (2007) puede ser la de que a diferencia de los conjuntos de los otros continentes, los sudamericanos, pero en especial los argentinos, llegan y rápidamente a jugar en primera división por tratarse de un país netamente exportador de jugadores.
La diferencia entre el valor del peso (la moneda nacional argentina) y el dólar o el euro determina que la mayoría de los jugadores con cierta capacidad prefiera emigrar para hacer una diferencia económica y salvar a sus familiar y salvarse individualmente, regresando ya en el final de sus carreras, cuando sobrepasan los treinta años, o a veces retornan unos meses al país con la única idea de jugar en los mejores equipos para volverse a mostrar y ser ahora vendidos a clubes europeos de mayor importancia. Es decir que cuando regresan a la Argentina en una edad entre los veinte y los treinta años, es sólo un puente para volver a emigrar. Es por eso que se dice que los torneos argentinos de primera división son casi sub-20 o plus-30.
Entonces sucede que cuando los jugadores argentinos llegan a un Mundial de la categoría sub-20, muchos de ellos ya han jugado partidos de torneos oficiales con mucha presión, amenazas de los hinchas violentos en la semana, la prensa buscándolos para entrevistarlos, mientras que por lo general sus rivales aún no han debutado en primera división y no conocen a fondo estas presiones. Casi podría decirse que los mundiales sub-20 enfrentan a profesionales contra jóvenes, y allí se establece un desequilibrio, que por ejemplo pudo comprobarse en la final de Canadá.
Siendo los jugadores checos más altos y fornidos que los argentinos, por lo general de contextura pequeña, en los últimos veinte minutos pudo verse en la final cómo muchos jugadores checos eran atendidos por su cuerpo médico debido a calambres por no resistir el embate rival. Es decir que la fuerza y la propia tensión del juego les obró en contra por falta de experiencia. Por contrario, el equipo argentino aprovechó el pico de presión para dar vuelta el arcador y consagrarse campeón.
Por el lado de los jugadores europeos o asiáticos puede decirse lo contrario, que al tratarse de países importadores de jugadores (en especial los europeos), sus jugadores jóvenes no suelen tener lugar en sus equipos al ser tapados por estrellas provenientes del exterior, y tardan demasiado en subir a la primera división, y es uno de los motivos por el que en un Mundial sub-20, son demasiado inexpertos para enfrentar a jugadores con mucho rodaje.
Más allá de esta circunstancia está el trabajo en sí del cuerpo técnico argentino desde que en 1995, y cansada de los problemas de relación entre las categorías mayores y juveniles, la Asociación del Fútbol Argentino (AFA) decidió cambiar de raiz y terminar con la etapa anterior, por la cual el entrenador de la selección mayor decidía la contratación del de la juvenil. La AFA decidió generar un departamento distinto para los juveniles y llamó por primera vez a concurso de antecedentes, y fue allí que ganó el entonces casi ignoto José Pekerman, ex jugador en los años setenta quien por entonces había desarrollado un excelente trabajo con los juveniles de Colo Colo en Chile y antes de eso, manejaba un taxi por falta de trabajo.
Pekerman desarrolló una idea cabal para los jóvenes, no sólo regresando a las fuentes futbolísticas, con un juego de pelota al ras del piso que caracterizó siempre a los argentinos, sino generando fuera del campo un comportamiento ejemplar que hizo que hasta 2005, los equipos argentinos ganaran también el premio Fair Play. Es decir, generó una ética al servicio de los equipos juveniles. Parte de su anterior cuerpo técnico luego, ya sin él, ganó también mundiales, como Francisco Ferraro en 2005 o Hugo Tocalli en 2007.
Sin embargo, muchos de esos jóvenes ganadores de tantos mundiales (Argentina también fue semifinalista en Emiratos Arabes en 2003), fueron postergando su llegada a la selección mayor, porque la generación de futbolistas que comenzaron con la dirección técnica de Daniel Passarella en 1995, taponaron su llegada, al jugar en los principales clubes europeos. Es decir, el proceso de renovación no fue a la velocidad que debió ir. Siendo Pekerman el entrenador de la selección mayor en Alemania 2006, intentó el primer cambio apelando a muchos de sus jugadores en tiempos de los mundiales sub-20, pero todo indica que ante el fracaso de esta Copa América de Venezuela, el actual entrenador argentino, Alfio Basile, terminará de profundizar este proceso que parece irreversible.
Publicado por SergioL en 13:03
Los juveniles argentinos ganan lo que los grandes no pueden
Por Sergio Levinsky
27-7-07
En la columna de la semana pasada planteábamos la extraña situación que vive la selección argentina, que desde 1993 no ha logrado ganar ningún título internacional, y se sumó ahora la paradoja de que prácticamente en el mismo período, los equipos de jugadores menores de 20 años han logrado cinco de los últimos siete mundiales de la categoría, sumando el conseguido el pasado domingo en Toronto, Canadá.
Cabe preguntarse entonces, por qué tanta diferencia entre juveniles, que muchas veces son ya profesionales en sus equipos, con mayores que en muchos casos hasta son compañeros de estos jóvenes, y algo más trascendente aún: ¿por qué estos mismos juveniles en muchos casos luego no llegan a ganar algo en el paso siguiente, o tan siquiera llegan a integrar la selección mayor?
Una explicación al éxito de los distintos seleccionados argentinos juveniles (ya había ganado el Mundial de 1979 en Japón con una generación dorada con Diego Maradona, Ramón Diaz, Gabriel Calderón, Juan Barbas o Juan Simón), que ganaron los torneos de Qatar (1995), Malasia (1997), Argentina (2001), Holanda (2005) y la reciente de Canadá (2007) puede ser la de que a diferencia de los conjuntos de los otros continentes, los sudamericanos, pero en especial los argentinos, llegan y rápidamente a jugar en primera división por tratarse de un país netamente exportador de jugadores.
La diferencia entre el valor del peso (la moneda nacional argentina) y el dólar o el euro determina que la mayoría de los jugadores con cierta capacidad prefiera emigrar para hacer una diferencia económica y salvar a sus familiar y salvarse individualmente, regresando ya en el final de sus carreras, cuando sobrepasan los treinta años, o a veces retornan unos meses al país con la única idea de jugar en los mejores equipos para volverse a mostrar y ser ahora vendidos a clubes europeos de mayor importancia. Es decir que cuando regresan a la Argentina en una edad entre los veinte y los treinta años, es sólo un puente para volver a emigrar. Es por eso que se dice que los torneos argentinos de primera división son casi sub-20 o plus-30.
Entonces sucede que cuando los jugadores argentinos llegan a un Mundial de la categoría sub-20, muchos de ellos ya han jugado partidos de torneos oficiales con mucha presión, amenazas de los hinchas violentos en la semana, la prensa buscándolos para entrevistarlos, mientras que por lo general sus rivales aún no han debutado en primera división y no conocen a fondo estas presiones. Casi podría decirse que los mundiales sub-20 enfrentan a profesionales contra jóvenes, y allí se establece un desequilibrio, que por ejemplo pudo comprobarse en la final de Canadá.
Siendo los jugadores checos más altos y fornidos que los argentinos, por lo general de contextura pequeña, en los últimos veinte minutos pudo verse en la final cómo muchos jugadores checos eran atendidos por su cuerpo médico debido a calambres por no resistir el embate rival. Es decir que la fuerza y la propia tensión del juego les obró en contra por falta de experiencia. Por contrario, el equipo argentino aprovechó el pico de presión para dar vuelta el arcador y consagrarse campeón.
Por el lado de los jugadores europeos o asiáticos puede decirse lo contrario, que al tratarse de países importadores de jugadores (en especial los europeos), sus jugadores jóvenes no suelen tener lugar en sus equipos al ser tapados por estrellas provenientes del exterior, y tardan demasiado en subir a la primera división, y es uno de los motivos por el que en un Mundial sub-20, son demasiado inexpertos para enfrentar a jugadores con mucho rodaje.
Más allá de esta circunstancia está el trabajo en sí del cuerpo técnico argentino desde que en 1995, y cansada de los problemas de relación entre las categorías mayores y juveniles, la Asociación del Fútbol Argentino (AFA) decidió cambiar de raiz y terminar con la etapa anterior, por la cual el entrenador de la selección mayor decidía la contratación del de la juvenil. La AFA decidió generar un departamento distinto para los juveniles y llamó por primera vez a concurso de antecedentes, y fue allí que ganó el entonces casi ignoto José Pekerman, ex jugador en los años setenta quien por entonces había desarrollado un excelente trabajo con los juveniles de Colo Colo en Chile y antes de eso, manejaba un taxi por falta de trabajo.
Pekerman desarrolló una idea cabal para los jóvenes, no sólo regresando a las fuentes futbolísticas, con un juego de pelota al ras del piso que caracterizó siempre a los argentinos, sino generando fuera del campo un comportamiento ejemplar que hizo que hasta 2005, los equipos argentinos ganaran también el premio Fair Play. Es decir, generó una ética al servicio de los equipos juveniles. Parte de su anterior cuerpo técnico luego, ya sin él, ganó también mundiales, como Francisco Ferraro en 2005 o Hugo Tocalli en 2007.
Sin embargo, muchos de esos jóvenes ganadores de tantos mundiales (Argentina también fue semifinalista en Emiratos Arabes en 2003), fueron postergando su llegada a la selección mayor, porque la generación de futbolistas que comenzaron con la dirección técnica de Daniel Passarella en 1995, taponaron su llegada, al jugar en los principales clubes europeos. Es decir, el proceso de renovación no fue a la velocidad que debió ir. Siendo Pekerman el entrenador de la selección mayor en Alemania 2006, intentó el primer cambio apelando a muchos de sus jugadores en tiempos de los mundiales sub-20, pero todo indica que ante el fracaso de esta Copa América de Venezuela, el actual entrenador argentino, Alfio Basile, terminará de profundizar este proceso que parece irreversible.
Publicado por SergioL en 13:03
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