febrero 16, 2007
LA SELECCION DE FUTBOL ARGENTINO, EN FRANCIA
EL SELECCIONADO, MÁS RESULTADOS QUE PROYECTO
Por Sergio Levinsky, desde París
Quien pudo acompañar a la selección argentina en sus escasos días de concentración en Pont Levallois, siempre alejada de todo, incluso en París donde prácticamente todo es digno de verse, entenderá el por qué de este título que trataremos de desmenuzar en su real dimensión.
La circunstancia de que Alfio Basile cuente con muchos jugadores de experiencia, porque evidentemente son los mejores en plaza y porque en el recambio no hay tantos mejores como se cree (al cabo, un mito argentino), hizo que muchos de ellos, ya maduros, dijeran una verdad que no muchos colegas de prensa están dispuestos a escuchar: se le ganó a Francia, subcampeona del mundo, y un plantel que viene trabajando con continuidad desde hace tiempo, acaso con el mejor mediocampo del planeta (Makelele, Vieira, Malouda, Ribery), pero casi nadie ha tenido con el entrenador nacional más que escasas palabras de compromiso, y pocos saben a ciencia cierta qué es lo que se pretende como proyecto a futuro, como esquema de juego.
No es que no sepamos a qué quiere jugar Basile porque su larga trayectoria, y algunos de sus buenos equipos nos dan muchos indicios generales, pero aunque no le guste al seleccionador (palabra que suele usar él mismo para autodefinirse y tiene razón que en estos tiempos lo es), hoy el equipo argentino, o mejor dicho, el grupo de jugadores que en cada ocasión componen el seleccionado nacional (que no “la selección”), conjuga el verbo presente, pero no puede vislumbrar el futuro.
De cerca, y en el hotel, es claro percibir cómo los tiempos cambiaron y son pocos los dirigentes del fútbol que aparecen, y en cambio regresaron los espacios para los agentes de jugadores, que descansan tranquilamente en el lobby, como de la empresa Renova, la que posee los derechos de los partidos del equipo nacional, y de su colega “World Eleven” de Guillermo Toffoni, el único (sic) agente organizador de partidos de FIFA habilitado por la AFA.
Sabemos que a Basile le disguta muchísimo que se mencione este tema, porque en cierta forma cuestiona una buena parte de su autoridad, como si no hubiera una lista de jugadores previamente acordada para ser citados. Claro está que nadie arma los equipos sino el director técnico, pero en todo caso, es una extraña característica que antes no existía, ni siquiera se hubiera soñado.
Si pasamos al fútbol, lo visto en el estadio Saint Denis en la fría noche del 7 de febrero pasado, no agrega demasiado. Un muy buen arquero como Roberto Abbondanzieri, que confirma su excelente temporada en el Getafe, no es novedad. Una defensa bien parada gracias al gran oficio de uno de los mejores defensores del mundo, como Roberto Ayala, y un compañero de zaga de gran proyección y excelsa técnica y personalidad, como Gabriel Milito, dos laterales más limitados pero con bastante oficio, más Gabriel Heinze que Nicolás Burdisso, y un muy buen debut de un gran volante central como Fernando Gago, quien seguramente comienza a marcar una etapa y que en el segundo tiempo se tragó nada menos que a la experimentada línea media rival.
Pero una vez que atravesamos este conjunto de jugadores, comienzan los interrogantes, porque siempre en el fútbol ha sido más fácil destruir (marcar) que crear (atacar). ¿Qué jugadores convocó Basile para crear juego? Aún entendiendo la circunstancia de la baja propia de Juan Román Riquelme, y que los demás jugadores del puesto no funcionan bien en este momento, siendo que se trataba de un amistoso, ¿no era el momento para probar a cualquiera de ellos antes que recurrir a la improvisación de colocar de enganche a Luis González, que claramente no lo es? En cuanto al regreso de Javier Zanetti, lateral izquierdo en el Inter en este momento, nos pareció que por sus características, aún siendo un jugador generoso, no encaja de volante derecho por una sencilla razón: no lo es, y por lo tanto, no lo siente. Y terminó siendo casi un lateral derecho bis. Todo esto fue generando una casi absoluta descoordinación con los dos caza-pelotas del ataque, Crespo y Saviola, que se las rebuscaron para concretar un bonito gol y generar alguna que otra situación ante el flojo Coupet pero insistimos: no vemos volumen de juego. No hay, de momento, trabajo que se vea en el campo, y si la defensa, el volante central o el arquero rindieron, fue por la motivación ante semejante partido, y por sus propias cualidades.
No todo es responsabilidad de Basile. Sabemos que el director técnico tampoco paso buenos momentos sabiendo que casi no puede contar con jugadores para entrenarse y de las enormes limitaciones organizativas que tiene aún con una AFA rica en dinero, aunque pobre en ideas y en movimientos (basta con ver que el propio Basile casi no habla con la prensa y se mantiene demasiado condescendiente con sus amigos, lejos de las líneas de Marcelo Bielsa y José Pekerman), pero a la hora de poner un equipo en la cancha y sentarse en el banco, son él y sus ayudantes los que deben tomar decisiones.
Jugar con la camiseta argentina, tan respetada, temida y aplaudida en el exterior, sin número diez (y Basile o lo sabe o lo presiente) es no respetar demasiado la historia, máxime habiéndolos, aunque no haya ninguno en el mejor nivel. Casi no atacar en noventa minutos, no es para un fútbol de la grandeza del argentino. Colocar de volante derecho a un lateral de marca y algo de proyección, tampoco es de mucha grandeza.
Falta mucho aún para el Mundial, no tanto para la Copa América de Venezuela, pero antes de ella, sólo hay dos o tres amistosos previstos (Inglaterra, Australia, acaso Austria). No sabemos si es tiempo suficiente para recuperar identidad, y también para que seguramente regresen jugadores demasiado importantes que hoy han quedado marginados por lesiones o malos momentos (Messi, Tévez, Mascherano, entre otros) pero creemos, una vez más, que se trata de un problema superestructural, que excede el juego, y que pasa, en todo caso, por jugar cada vez más a las escondidas (a todo nivel, no sólo Basile) y menos a la pelota. Y nosotros, los argentinos, siempre fuimos mejores con la pelota en los pies…….
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