abril 23, 2007
LA SANA VENGANZA DEL INTER
Siempre cuesta aceptar, por una cuestión de oposición a un sistema incomprensible de innecesarios gastos en este mundo tan injusto de tanta gente sin recursos, y algunos pocos impudorosamente ricos, a estos clubes europeos multimillonarios que llegan a tener carísimos jugadores sentados en el banco de suplentes, como si se tratara de una colección de estrellas para satisfacer egos personales o para no quedar fuera de tono en los mercados. Esta nueva moda de una mayoría de jugadores extranjeros que luego cuando festejan un título apenas si saben canciones que la tribuna festeja en su propia lengua, algo extendido hoy en todo el continente europeo con equipos alemanes llenos de brasileños, o equipos ingleses llenos de franceses.
Justamente el Inter, junto al Arsenal (no el de nuestro viaducto, el de los milagros futbolísticos que partieron de quien ocupa y se aferra al sillón de la calle Viamonte, sino al más viejo, de Londres, acentuado en la primera A), fueron los dos primeros equipos en alinear once extranjeros como titulares. Un auténtico despropósito que llevó a que con la ironía que lo caracteriza, Carlos Bianchi me dijera en una entrevista para la FIFA Magazine ante una pregunta sobre el fútbol eurpoeo, "¿cuál es el fútbol europeo? si todos los equipos están llenos de extranjeros? ¿cuál es el club representante verdadero del fútbol de un país, en estos tiempos?" y tiene mucha razón.
El Inter, por muchos años, fue quizá el mayor ejemplo del despropósito institucional europeo en el fútbol, gastando fortunas en jugadores de moda, sumando gente en los distintos puestos, y perdiendo campeonatos de manera clamorosa y en serie. Y Massimo Moratti, el petrolero de izquierdas que puso su fortuna al servicio de su pasión, también tuvo que tragar mucho. Las burlas de sus máximos adversarios, especialmente la Juventus, aunque también el Milan o la Roma, y los títulos que se iban a las costas vecinas. El máximo ridículo acaso fue en la tremporada 2001-02, cuando llegó a la última jornada como líder, luego de 13 temporadas sin ganar un scudetto, y teniendo que enfrentar en el Olímpico de Roma a un Lazio que no quería ganar porque de hacerlo favorecía a la Roma, eterno rival y primer perseguidor del Inter. Pero los nerazurri de Héctor Cúper poco menos que regalaron ese scudetto, dejándose empatar dos veces por el equipo amigo, yéndose al vestuario al entretiempo 2-2 y allí fue que los laziales se enteraron de que ya no había peligro porque la Roma no ganaba, y en el segundo tiempo ganaron 4-2, sirviéndole el scudetto a la Juventus. Peor que ese scucetto ya no podía ser. Ni siquiera salía bien la excursión de cada año por la Champions League, y en una ocasión, una dolorosísima eliminación ante el Milan por un gol de diferencia en zona de definición.
Mi propia ligazón con el Inter está dada por dos circunstancias. La primera, aquél día de la pérdida del scudetto, porque con el colega Rubén Costa, residente en Barcelona, teníamos ya firmado un contrato con una editorial italiana para lanzar al mercado la biografía de Cúper, que luego de la derrota, tuvo que ser bajada la publicidad en internet, y quitada del catálogo por su editor. La segunda fue un día de 2001, cuando fui invitado a un debate televisivo sobre el fútbol como juego, organizado conjuntamente por el canal Stream y la Comuna Baires de Milan. Allí, cuando me tocó hablar, fui duro con lo que pensaba que ocurría en el calcio (luego, hartamente comprobado en el calciópoli, que sé que no gustó a los organizadores, aunque sí al gran técnico Julio Velazco, argentino que luegoi fue director deportivo de la Lazio y héroe del voleibol nacional). Las luces no me dejaban ver las tribunas, y luego, en la comida posterior, pude darme cuenta de que allí estaban entre otros, desde Moratti hasta Javier Zanetti, desde Farinós a otros jugadores interistas, que no sólo nada dijeron sobre mi alocución, sino que me dieron la razón por lo bajo.
Y a este punto quiero llegar: Moratti puede ser acusado de malísimo administrador. De fichar jugadores a la moda. De encariñarse con otros que no son tan buenos como parecen (Recoba es el mejor ejemplo), de no ser duro en el manejo grupal, y hasta de desconocer absolutamente todo sobre fútbol. Pero lo que debe aceptarse es que Moratti siempre fue un tipo limpio, quizá demasiado en este mundo del calcio. Y esa limpieza la estaba pagando cara, porque la Juventus le robó, de manera increíble y por los peores métodos, distintos campeonatos, con arbitrajes arreglados, con jugadores corruptos, y hasta con doping positivo que el checo Zdenek Zeman, se encargó de denunciar cuantas veces pudo.
Pero a diferencia de nuestros países, en Europa la Justicia es lenta pero existe, y la Juventus no pudo lograr evitar su descenso a Serie B. Que acaso debió ser a Serie C, pero ya el hecho de bajar de categoría indica que algo se movió, algunos de sus jugadores fueron a parar a los azul y negros de Moratti, que se quedó con el scudetto anterior en los escritorios, y con este, por paliza total sobre sus adversarios, con casi 20 puntos de distancia y festejando un campeonato cinco fechas antes.
En mi anterior viaje a Italia pude leer en la revista "Calcio 2000" una muy buena carta de lectores de un tifoso juventino, que con envidia reflexionaba sobre que le costaría mirar a los ojos a un interista, porque éste siempre se defenderá siciendo que al menos, su club es limpio. Y a eso hay que llegar. Con fichajes de más, con prepotencia económica, con mal manejo de muchas cosas, Moratti esta vez acertó con la contratación de Roberto Mancini como entrenador, tan resistido por los propios hinchas por su pasado lazial, porque éste le quitó aquel esquema tan defensivo, rocoso, para quitarle presión y lentamente derivarlo a un juego vistoso, simple. Y al final, el limpio terminó imponiéndose en el mismo año en el que la Juventus pagó sus pecados en Serie B. Es la sana venganza de este Inter que al menos no cayó en la corrupción y que nos emite el mensaje de que todo llega, y que siendo limpio también se puede ganar.
por
Sergio Levinsky
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