Los violentos que no denunciais
Por Sergio Levinsky
¿Usted no denunciaría a alguien que le pincha una rueda de un automóvil si sabe, o presume, quién es? Un hecho tan lógico y normal como éste, en el fútbol argentino de estos tiempos (estos larguísimos tiempos) no se denuncia por parte de los protagonistas. Los jugadores del plantel de River Plate no hicieron absolutamente nada, ni tampoco sus directivos (porque otra cosa son los dirigentes), que tanto proclaman la modernización y los cambios éticos, pese a que luego del partido que perdieran ante Racing Club por 3-1 en Avellaneda, el pasado domingo 20 de agosto, sus coches aparecieran con ruedas pinchadas, por obra y gracia de “Los Borrachos del Tablón”, que se permitieron amenazar a los controles privados del club, pese a que tampoco existe ningún video que pruebe nada. Nadie vio nada. Si al pobre inexperto arquerito Juan Pablo Carrizo se le escapó que “los vemos y los conocemos, siempre están en el club”, algo que también ratificó Juan Fernández, ahora ni siquiera Daniel Passarella, director técnico que los supo enfrentar en su etapa anterior y que le valiera un corte en su mejilla en aquel enfrentamiento con la barra brava en La Posada de los Pájaros en Tandil, se anima a decir nada, incluso lo adelanta: “no me digan que hable, porque no tengo nada que aportar, conmigo pierden el tiempo”. Que el fiscal Marcelo Martínez Burgo, de la descentralizada Fiscalía de Saavedra, tenga que actuar de oficio en este caso, es una vergüenza para el fútbol argentino, que ya se está acostumbrando demasiado a los dirigentes y futbolistas sin responsabilidades y cómplices de hechos aberrantes. “Los Borrachos del Tablón” vienen protagonizando hechos demasiado continuados como para que la dirigencia del fútbol no responda desde la legalidad y el sentido común. En el Mundial, participó de hechos violentos y otros de negociación con los dirigentes y sería bueno saber cómo llegaron hasta Alemania, pero también a las pocas semanas de finalizado el Mundial, produjeron desastres en Paraguay la noche de la eliminación de River por la Copa Libertadores ante Libertad, y algunos de los heridos en enfrentamientos policiales, fueron atendidos en el mismísimo hotel de concentración del equipo, por parte del cuerpo médico, que se defendió diciendo que “se trata de seres humanos”. En todo caso, se trata de seres humanos bastante particulares.
Pero River no es el único, ni de cerca. En Boca Juniors, las autoridades del club amonestaron hace pocos días a Hugo Ibarra por aparecer con Rafael Di Zeo visitando instalaciones hospitalarias, pero el líder de la barra brava xeneize, con graves problemas con la Justicia, aparece permanentemente acompañado por jugadores de Boca, y tienen mayor acceso al plantel que muchos periodistas que día a día van a realizar su trabajo, sin que los medios mismos no digan nada, cómplices de la situación.
De hecho, observábamos atónitos la semana pasada cómo, en un programa deportivo de televisión, el muy posible candidato opositor a la presidencia de la AFA, el ex presidente de Vélez Sársfield, Raúl Gámez, comentaba que había que terminar con este flagelo, cuando él mismo lo fue y confesó haberse enfrentado con hooligans ingleses en el Mundial de México 1986. En buena hora si se arrepintió, pero el tema no pasa por civilizar a los ex barras bravas para que recapaciten, sino directamente castigar a todo violento que aparezca por las canchas. Antes del Mundial 2002, un directivo de Chacarita Juniors me manifestó que el club había desarrollado un plan para que todo aquel violento que se “portara bien” tuviera mayores chances de viajar al Mundial o algunos beneficios particulares. La reflexión que cabe e que siempre se premia al supuesto arrepentido por sobre el que jamás cometió un desmán. Menuda clase dirigente, la del fútbol argentino.
Pocos conocen a Mónica Nizzardo, seguramente., ex vocal y jefa de Prensa de Atlanta. El 17 de febrero de 2004, observó cómo un barra brava rompía la sede social, y una computadora, un televisor y ventanas y se presentó a denunciarlo en la Comisaría 29. La causa quedó en el Juzgado Correccional 13, y ahora Julio César Dipp, alias Dippy, deberá presentarse a juicio oral el próximo 12 de setiembre, pese a que la madre y el hijo de Nizzardo le pidieron que retirara la denuncia.
Esta profesora de Música y francés no se amedrentó y siguió la causa, pero los directivos (nunca dirigentes) de River, y los jugadores del plantel, no vieron, no oyeron, no saben, no contestan.
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