Bienvenidos a la Superfiesta del Fútbol Argentino
Boca vs River o River vs Boca. El gran derby de la República Argentina. Los equipos más populares de un país que respira fútbol a toda hora, en todo momento, en cualquier lugar. Es “El Partido” del fútbol doméstico. El primero que se busca en el calendario al comienzo de cada temporada. El que marca un antes y un después en el desarrollo de un campeonato. Por tales y muchos más motivos Juan José Lujambio, todo un emblema dentro del periodismo deportivo nacional, bautizó éste partido como el “Superclásico” del fútbol argentino.
Los logros deportivos locales e internacionales de ambos equipos sumado a la gran popularidad que tienen lo transformaron en el superclásico más importante de América. Y tal vez del mundo entero ya que si bien un Real Madrid-Barcelona o un Inter.-Milan pueden disputar un partido plagado de mega-estrellas del fútbol mundial, lo que no pueden presentar Boca y River en el campo de juego lo representan en las tribunas. Ese plus de fanatismo que caracteriza al hincha argentino se expone en plenitud antes, durante y después de un superclásico. Y asi parecen enterderlo los millones de extranjeros que siguieron el último clásico a través de la T.V.
Pero cientos de ellos, los más osados y fanáticos, decidieron ser partícipes de la fiesta del superclásico y se vinieron a Buenos Aires en busca de experimentar esa adrenalina que recorrió cada uno de los 65.000 cuerpos que estuvieron en el estadio Monumental.
“El Potrero”, a través de la empresa Baires Fun, estuvo presente en el partido nº 179 que disputaron oficialmente River Plate y Boca Juniors acompañando a muchos de éstos fanáticos visitantes que, algunos hasta con 3 meses de anticipación, consultaron y contrataron el servicio del “Superclásico fútbol tour”.
Llegaron desde varios continentes: Europa, Asia, América del Norte y países limítrofes. Chilenos, peruanos, colombianos, méxicanos, venezolanos, uruguayos, estadounidenses, españoles, suecos… son sólo algunas de las nacionalidades presentes. Hombres y mujeres. Adultos, jóvenes y niños, familiares y amigos. No importa sexo, rango de edad o lazos familiares. Todos aguardaban, desde horas muy tempranas en la mañana, con extrema ansiedad la llegada del mini-bus o furgón que pasaba a recogerlos. Los guías que tenían a cargo a cada grupo de extranjeros no paraban de explicar del porque éste partido de fútbol paralizaría a todo un país a la hora de su comienzo.
Todo lo habitual para el hincha argentino era motivo de emoción y asombro para ellos. Los colectivos llenos de fanáticos con medio cuerpo afuera de las ventanillas, los vendedores ambulantes, la llegada al estadio, los gritos, los saltos, las canciones, las banderas, los papelitos, los bombos y hasta ¡los carros policiales! eran capturados en forma desesperada y atenta por las cámaras digitales. Gritos y cantos para algunos. Decepción de otros por no hablar español y no entender los cantos de las hinchadas. Pero aplausos de todos.
La salida del estadio se demora. Los ganadores cantan. Los perdedores también. Pero cómo, no hay vencedores ni vencidos? Sí, los hay. Pero el orgullo del perdedor es minimizar su humillación restándole importancia a la derrota, que lo acompañará por largo tiempo.
Se acaba la jornada. A las pocas horas comenzaría el éxodo, el retorno a sus hogares. Contarán su fabulosa experiencia y darán sana envidia a aquellos que no pudieron viajar. Incitarán a otros que aún no lo hicieron para que lo hagan.
Ya habrá oportunidad. La tendrán, claro que sí. Para los que nunca vinieron y para los que quieran repetir la experiencia. Será hasta el próximo superclásico. Por supuesto, la invitación ya está hecha.
Marcelo Dore
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